Menos “arreglitos” y más soluciones: por qué vale la pena invertir en una buena silla

Un cojín aquí, una manta allá, el espaldar con un soporte improvisado y tal vez hasta un libro viejo bajo una pata. Si tu silla ya parece un proyecto de manualidades, es probable que estés aplazando algo inevitable: el momento de cambiarla.
Sí, entendemos la lógica de “mientras sirva, se queda”, pero cuando hablamos de bienestar y comodidad, “servir” no siempre significa “funcionar bien”. Sentarte todos los días en una silla que ya perdió su forma, que rechina cada vez que te mueves o que necesita ayudas externas para ser mínimamente cómoda, no es una solución: es una trampa.
El cuerpo resiente esa acumulación de parches. Dolor lumbar, mala postura, fatiga más rápida… y, aunque no se note de inmediato, a largo plazo pasan factura.
Invertir en una buena silla no es un lujo, es una decisión práctica. Una silla bien diseñada no necesita extras. Se adapta a ti, te sostiene, te acompaña. Y si es de Bonno, además de cómoda, se ve bien.
Así que sí, puedes seguir ajustando tu silla con remedios caseros, o puedes hacer un cambio real que mejore tus días desde el primer momento.
Tu bienestar no debería depender de «arreglitos». Haz el cambio. Bonno tiene una silla pensada para ti.