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Diseño emocional: por qué una silla también puede hacernos sentir mejor

Cuando pensamos en una silla, lo más habitual es imaginarla como un objeto funcional: un lugar donde sentarse. Pero en Bonno creemos que una silla es mucho más que eso. No solo cumple con una necesidad física, también puede ser una extensión de lo que sentimos, de lo que valoramos y de cómo queremos habitar nuestros espacios. Es aquí donde entra en juego el diseño emocional: una forma de crear objetos que no solo se ven bien o funcionan bien, sino que también generan un vínculo con quien los usa.

El diseño emocional nace de una comprensión profunda de las personas y sus experiencias cotidianas. ¿Qué nos hace sentir en calma? ¿Qué detalles nos dan seguridad o inspiración? ¿Cómo puede un objeto influir en el ánimo al empezar el día o al regresar al hogar? Una silla diseñada emocionalmente es capaz de responder a todas esas preguntas, porque su forma, su textura, su color y su presencia están pensados para generar sensaciones, no solo impresiones.

Una curvatura suave en el respaldo puede transmitir contención y suavidad. Una base sólida puede dar sensación de estabilidad. Un tapizado cálido invita al descanso y a permanecer un poco más. Son detalles que, aunque sutiles, tienen un impacto real en nuestro bienestar emocional. A veces, una silla se convierte en el lugar desde el que se resuelven decisiones importantes, se comparten conversaciones significativas o simplemente se disfruta un momento de pausa. Y cada una de esas experiencias se ve influida por cómo nos sentimos al ocupar ese lugar.

En Bonno, abordamos el diseño emocional desde la honestidad de los materiales, la fluidez de las formas y la armonía con los entornos contemporáneos. No buscamos que una silla imponga su presencia, sino que dialogue con la vida de quien la elige. Que pueda estar en un comedor familiar, en una esquina tranquila del dormitorio o en un rincón de trabajo sin perder su intención: la de generar una conexión emocional auténtica.

Además, el diseño emocional no es exclusivo de lo estético. También se manifiesta en la experiencia de uso: la facilidad con la que una silla se adapta al cuerpo, el confort que ofrece con el paso del tiempo, la calidad que transmite a través de cada costura o terminación. Es un tipo de diseño que entiende que lo funcional y lo emocional no son opuestos, sino complementarios.

Una silla puede ser muchas cosas: un objeto de diseño, un recurso ergonómico, un detalle decorativo. Pero cuando logra hacernos sentir mejor, cuando genera una experiencia positiva que se repite una y otra vez, deja de ser solo un mueble. Se convierte en parte del día a día, en un punto de apoyo —literal y simbólico— que mejora nuestra relación con el espacio y con nosotros mismos. Y ese, justamente, es el propósito de Bonno: diseñar piezas que se sienten bien porque hacen sentir bien.